La próxima vez que me enamore será de un hombre desconocido.
Me enamoraré de sus cuentos,
de sus aventuras contra dragones, príncipes ... y un par de mujeres.
Querré saber su licor favorito,
el nombre de su hada madrina,
y de cuántas veces ha desenvainado una espada.
Me ilusionaré por besar aquellos labios
que sabré propios con tan sólo mirarlos.
Le creeré absolutamente todo:
su edad,
(aunque sea precoz o ya no se le pare).
Su soltería,
(aunque en el dedo de la mano derecha
tenga un aro de piel un tanto más clara que el resto).
Su incondicionalidad,
(aunque al otro día se vaya).
Incluso hasta su virginidad.
Aceptaré su diente chueco
y amaré su indecencia,
consentiré sus piropos dulces,
... y también los osados.
La próxima vez que me enamore será de un hombre desconocido,
de aquél que me cuente nunca haber amado a nadie ...
hasta haberme conocido.
Aquél que me prometa ser, de bien a bien,
la pareja perfecta.
Construiremos en un diálogo nuestro castillo de ensueño
y el nombre de nuestros ocho hijos.
Acordaremos que la mayor sea mujer,
o mejor gemelos cuates.
Discutiremos la decoración de sus cuartos,
las horas de sueño, de comida y de juego.
Agendaremos las vacaciones,
en diciembre en la finca de sus padres
y en primavera en casa de los míos.
Tendremos nuestro retiro configurado y dispuesto.
La próxima (y última) vez que me enamore, será del hombre perfecto,
me hará reír la vida entera en una noche,
sentirá mi corazón latir frágil entre sus manos,
abrazará mis días de locura y mis anécdotas de puta,
porque por supuesto, aceptará mis pecados.
La próxima vez que me enamore será de un hombre en una noche,
que ame mi libertad,
que me mire a los ojos y no se de cuenta de nada más,
que discuta conmigo,
sin pelear, los temas más controvertidos ...
y me bese al hablar.
Un hombre consciente de Dios.
La próxima vez que me enamore será de un hombre desconocido,
guapo, amoroso, gracioso, inteligente y considerado.
La próxima vez, será de un desconocido ...
... de un hombre que tan sólo mienta.
