lunes, 21 de julio de 2014

Morirse no es nada. Es todo.


Lo mejor es morirse
morirse de respiros
o de pecados si se tercia ...

Levantar por la mañana a los minutos,
bajar al zótano
y liberar esa bestia
que por dentro te come ...
dejarla probar
también de los maderos
y la hierba.

Morir hablando
y extenderse de muerte
hasta los besos,
mojarse las extremidades 
en ese río frío
sobre el cual descansa la escarcha ...

Cuantificar el aire,
la papila gustativa
preguntar
qué sabor le escuece al té
y padecer fiebre de tinta.

Morirse en un reflejo de vida,
de asombro
contra la imagen duplicada
de otro igual
en un espejo ...

Morir que es bienvenida
toda duda
y osasdía.

Hacer mutis
y puntillas,
romperlos en un grito
de alusión al padre trueno.
Hacer estallar miguitas de pan
en el pico de un mensaje.

Morir en cada movimiento
y moverse entre trincheras
con un resto de metal
que al soñar la luna
se ha pisado
con un tercer ojo
que va oculto
en la vergüenza.

Morir de uno mismo
y celebrar
la propia ausencia
en lo que nos roba
cada ola de veneno ...

Morirse 
porque hay muerte
y atrofia
en su sentido del olfato
el delicado sabor
de la sopa caliente.

V i v i r
que también lo que muere
será la vida.


Omar A. Estrada


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