lunes, 9 de diciembre de 2013

Entra de golpe.


Entra de golpe
sacude mis creencias
de tósigo y dulzura.

Aprieta fuerte,
más fuerte,
no esperes que te implore que pares
para que no puedas detenerte.

Desnúdame de tajo
y de una sola vez
desgarra las heridas que jamás cerraron.

Ilusióname con luz de oscuridad mientras que ruego que te frenes,
que detengas por fin el viaje de los desorientados
 y regrese a casa.

Asfíxiame,
y con ello mis sueños y mis deseos de extinción,
de saborear aromas podridos
e inclinarme por la inanición.

Corrómpeme,
que en mi no quede rastro de moralidad alguna,
conviérteme en espejo de perversión.

Destrózame,
hazme sentir querida y perdida
la primera y la última,
la más importante irrelevancia,
la única y ninguna,
la más atractiva repugnancia.

Castígame,
sé el verdugo de mis anhelos de libertad y mis prácticas de amor,
mata la ternura que alguna vez viste en mi interior,
y golpéala, hasta que pida perdón.

Abandóname,
y jamás regreses aunque te ruegue que no.
Suéltame en la noche en el bosque oscuro
donde ni la luna aparezca al ver mi dolor.

Azótame,
hazlo lento
cuenta primero
para hacerme saber cuánto dura el ardor.

Golpea impetuosamente y sin cesar,
para que tu sudor limpie la sangre
y deje ver la irreconocible, por deforme,
inocencia de niña ahora convertida en una admirable "heroína".

Confiéreme todo esto
mi amor,
perdona que te lo pida,
pero es que
después de hacérmelo tantas veces
ya no queda fuerza en mi interior. 

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