lunes, 20 de enero de 2014

A mis amigos todos

¡Que todos se acerquen!
que las manos se me calienten
con el rostro de sus sensaciones.

Mientras sean ustedes quienes me eleven
al cielo, a las estrellas, al reto, a la vida,
no me hallará el miedo de sentirme perdida.

Que tenerlos cerca
me ilumine una sonrisa
y se me inunde la casa de lágrimas de alegría,
que nos bañemos en el júbilo de la honestidad
en el alborozo de la hermandad,
a sabiendas de que caminamos con el mismo
pie izquierdo que nos dirige cada tropiezo.

Cerremos los ojos
abracémonos los defectos,
toquémonos los sueños
que algún día dejamos en calma
y avivémolos en el fuego
de nuestras palmadas sobre la espalda.

Tentémonos los deseos
creámonos eternos,
percibámonos sólo ciertos
en cada recuedo de un desvelo
que al ritmo de la música
el mezcal canta.

La vergüenza no se siente,
el silencio no se oye,
las lágrimas siempre con sonrisas...
y ¡de tanta risa puras lágrimas!

El dolor se pospone
la consideración se conoce
y el cuidado se antepone
a la fragilidad obligada
que el ser  h u m a n o s  nos impone.

Sin miedo,
¡québrémonos todos!
que mis amigos son todos
los que de corazón saben
que aunque posibilidad haya de destrozarse
el primer paso
es siempre restaurarse.






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